Hiendelaencina, pueblo situado al N.O. de la provincia de Guadalajara es hoy una población pequeña de apenas cien habitantes censados, la mayor parte de ellos ancianos, y sin unas perspectivas de futuro halagüeñas, como ocurre con el resto de las poblaciones de la Sierra del Alto Rey donde esta ubicado.

Inicialmente parece que la localidad respondía al nombre de LOIN DE LA ENCINA (siglo XII) pasando con posteriridad a "LOIVI DEL ENCINA" Dotación (21‑Octubre‑1269) (Minguella, 1910 I, 604) "ALLENDE LA ENCINA", "YENDELAENCINA" y por último su actual denominación HIENDELAENCINA. El topónimo han intentado explicarlo mediante la leyende de una encina partida por un rayo, pero no parece responder a este origen sino al de "loin, llende, allende la encina" (lejos de, al otro lado de La Encina).Nombres de Hiendelaencina en el tiempo

El gentilicio de las gentes del lugar es HIENDELAENCINERO, aunque se les conoce en la zona por MINEROS, algunos malintecionados (supongo) añaden otros gentilicios como "malato" "mato" "chismosos" o "tontos", en fin, quiero pensar que serán gentilicios recogidos en pueblos de los alrededores con los que siempre haya existido rivalidad.

En 1581, y según las Relaciones Topográficas de los Pueblos de Guadalajara, llevadas a cabo por orden de Felipe II, Allende la Encina contaba con 23 vecinos, si bien anteriormente había contado con más habitantes, habiendo disminuido "por enfermedades que les han venido" (Alcorlo tenia 36 vecinos; Bustares 40, Gascueña 30, Jadraque 230, San Andrés del Congosto 50, Villares 25 y Zarzuela 50)

Las casas eran de piedra y el tejado de pizarra, sin que hubiera en el pueblo hidalgo alguno, siendo todos los vecinos pobres y viviendo de la poca labranza del lugar sin que ninfuno tuviera otros tratos u oficios. Siendo el Señor del lugar el Marqués de Cenete.

La "patrona" del pueblo era (como lo sigue siendo ahora) Santa Cecilia, teniendo además devoción a San Sebastián y Santa Quiteria.

En el siglo XVIII, el Marqués de la Ensenada ordena la elaboración de un catastro mediante la respuesta de los vecinos a un cuestionario compuesto de 40 preguntas. Ese cuestionario fue realizado en Hiendelaencina el 16 de agosto de 1752, al que responden Andrés De Lamo, Andrés Martín, Esteban del Olmo Menor y Pedro Cortezón como autoridades municipales varias y dando fé de los hechos son citados tambien para el cuestionario Juan Palancares, Andrés Cuenca, Andrés Criado, Esteban del Olmo Mayor, Blas de Marco y Lorenzo Bodega. A las diversa preguntas del cuestionario respondieron:

Ya en el Siglo XIX, el diccionario Madoz señala que en Hiendelaencina hay 38 vecinos, 133 almas y 38 casas, significando que existen en su término minas de diferentes metales entre ellas una de plata, Santa Cecilia, perteneciente a la sociedad de dicho nombre; las llamadas La Suerte y La Fortuna, pertenecientes a D. Antonio Órfila y otras muchas de varios particulares y sociedades.

Los autores Benito Pérez Galdós y Pedro Antonio de Alarcón mencionan de paso en alguna de sus obras a Hiendelaencina.

La fontana de oro
Capítulo XIV
La determinación

de Benito Pérez Galdós


Después del triste fin de la casa, Elías siguió fiel a sus antiguos amos. Al volver de la guerra, se presentó a aquellos tres gloriosos vestigios y les ofreció de nuevo sus servicios; pero las tres damas no tenían ya bienes que administrar. De su caudalosa fortuna no les restaba sino unas tierras de pan llevar en el término de Colmenarejo, y unos viñedos de muy poco valor junto a Hiendelaencina. La administración se reducía a tomar las cuentas cada trimestre a dos colonos que cultivaban aquellas heredades. Pero las señoras de Porreño, después de su decadencia, miraban a Elías como a un buen amigo, le trataban de igual a igual (¡lo que puede la decadencia!), aunque el antiguo mayordomo no traspasaba nunca, ni en sus conversaciones, el límite respetuoso que separa a un hijo de zafios labradores (frase suya) de tres damas pertenecientes a la más esclarecida nobleza.

Memorias de un cortesano de 1815
Benito Pérez Galdós 
CAPÍTULO XXIII

Después me quedaba lo peor y más amargo del caso, cual fue apretar a las señoras de Porreño, [230] para que pagasen, y, quitándoles toda esperanza de moratoria (por la rotunda negativa del sabio y justiciero Consejo), proceder al embargo de bienes. Aquí sí que no fue posible disimular, porque D. Gil Carrascosa vendió a las venerandas señoras mi secreto, y un día en que tuve el mal acuerdo de presentarme en la casa recibiéronme como es de suponer. Desde entonces, quitado el último puntal de aquella histórica casa, todo vino con estrépito al suelo, entre alaridos de rabia y sollozos de aflicción. Las señoras de Porreño pasaron a la religión de las sombras. Su última época, solitaria y lúgubre está escrita en otro libro (13).     
Renuncié, como es consiguiente, a su amistad, y me ocupé de aquellas excelentes tierras de Hiendelaencina, de Porreño y Torre Don Jimeno, tan diestramente ganadas con mi talento, con mis ahorros y con el dinero que don Antonio Ugarte me prestara para reunir la cantidad necesaria. Mucho tardé en adjudicármelas, a causa de las dilaciones de la curia; pero al fin constituime en propietario, soñando con establecer un mayorazgo. 

Viajes por España
Pedro Antonio de Alarcón

 

AL SEÑOR D. MARIANO VÁZQUEZ,
MAESTRO DE MÚSICA, INDIVIDUO DE NÚMERO DE LA REAL ACADEMIA DE BELLAS ARTES, COMENDADOR DE LA REAL Y DISTINGUIDA ORDEN DE CARLOS III, Y DE NÚMERO DE LA DE ISABEL LA CATÓLICA

Madrid, 18 de Enero de 1883

 

……….Viaje a caballo a todo lo largo del Canal de Isabel II hasta el Pontón de la Oliva, donde conocí al Lozoya en su primitivo estado salvaje. -Vuelta a Madrid, pasando por Hiendelaencina, donde bajé a un pozo de no sé cuantos cientos de varas.

 

El Nomenclátor descriptivo, Geográfico y Estadístico del Obispado de Sigüenza de 1886 describe asi lo relacionado con Hiendelaencina:

"Hiendelaencina. Este pueblo ha llamado y sigue llamando por todas partes la atención por sus minas de plata, fuera de las cuales, nada tiene de particular. Está situado en terreno áspero, disfrutando clima sano pero frío; tiene. Una Iglesia parroquial de primer ascenso, con consagración episcopal, y celebra un mercado semanal, que se efectúa los Domingos, con incalculable perjuicio moral de los pueblos circunvecinos. Dista de Guadalajara, su provincia, once leguas; dos de Atiénza su partido judicial; seis de Sigüenza; su nueva audiencia de inscripción, y veintiuna de Madrid, su Capitanía general, y audiencia antigua. Dentro del término, hay varios manantiales de los que se forma un arroyo, que desagua en el Henares, por el término de Castilblanco. Su fiesta principal es el día de Santa Cecilia, y sus minas principales, eran de San Luis, La Suerte, La Fortuna, Santa Cecilia y otras varias de diferentes sociedades y particulares, cuyo mineral se fundía en una fábrica inglesa, que hay en el vecino pueblo de Prádena. El término, produce exclusivamente granos y legumbres. Hiendelaencina, es cabeza de su arciprestazgo y centro de Conferencias, a donde concurren los párrocos Robledo, Zarzuela y Gascueña.
Los datos pedidos en Julio de este año, he aquí como los remite su virtuoso actual ecónomo: «Hiendelaencian, pueblo de 60 vecinos hasta el año de 1844, tomó desde, esta época, gran incremento par haber sido descubiertas sus minas, especialmente desde el 1849 al 1860. Durante estos once años, en que las minas citaban en su apogeo, el número de sus habitantes se calculaba en nueve mil, habiendo disminuido gradualmente hasta el punto de contar hoy en día 1240 almas solamente. Confina el término, con el de Gascueña, por el N.; NE. Con el de Robledo; por el E. con el de Palmaces; SE. Con el de Congostrina; M. con el de alcorló; SE. Con el de Zarzuela; y por el O. con el de Villares de Jadraque. En la actualidad, del gran movimiento minero, que antes tuvo no quedan más minas en explotación, que las que pertenecen a una sociedad francesa, y las de San Martín y San Carlos, cuyos dueños son españoles; ésta última, ofrece pocas esperanzas para el porvenir, por haber sido ya explotada. En San Martín, están fijas las miradas de este distrito, y si se llegase a encontrar el filón, perdido en la mina Vascongada, a cuyo objeto tienden todos sus trabajos, prometerían nuevo incremento. Respecto a las de la sociedad francesa, que son las que más vida tienen hoy se creé que tomarán mucho impulso, si las nuevas máquinas de aire comprimido que están montando, dan buen resultado como fuerzas motrices. En una palabra, hoy el movimiento minero en Hiendelaencina, es bastante pobre, teniendo fundadas esperanzas de adquirir en lo sucesivo nueva vida; pues a pesar de lo mucho que se ha explotado la minería, falta aun mucho más que explotar en el distrito
La Iglesia parroquial, bajo el título de Santa Cecilia, es de una sola nave ancha y dilatada, con crucero; fue construida a expensas de los fieles en 1850 y 1851 habiendo costado nueve mil duros su construcción. En 22 de Noviembre de dicho 1851, fue consagrada por el Ilmo. Señor D. Joaquin Fernández Cortina, Obispo de Sigüenza; sus altares laterales, que son cuatro, nada tienen digno de mención; el Mayor, fue trasladado desde un convento de Ayllón, siendo de notar en él, su orden raro, y la multitud de molduras que contiene. En las paredes del Templo y sacristía, penden algunos cuadros de algún valor y mérito artístico. De alhajas y ornamentos sagrados, está casi desprovista; hay también casa rectoral, que por cierto es bastante mala, con relación a las que hay en el pueblo.»

Hay frases y detalles curiosos en este texto como el perjuicio moral para los pueblos del entorno por celebrar mercado en domingo o esa última en la que se vierte una aspera critica a la casa rectoral.

Es dentro de este siglo XIX cuando se descubren las minas que harán famoso al pueblo de Hiendelaencina. Sobre el descubrimiento de las minas existe una vieja leyenda que habla de unos duros falsos y que ha pasado de boca en boca desde su publicacion en la Ilustración Española y Americana, pero quizás la forma del decubrimiento y las primeras épocas de la minería de Hiendelaencina estén mejor reflejadas en el libro de Bibiano Contreras, "El pais de la Plata". Bibiano Contreras, hijo de uno de los primeros accionistas de la mina Santa Cecilia, fué Alcalde y médico de Hiendelaencina y posteriormente de Jadraque donde quiso instauran un museo con el material recogido en Las Minas. Fue su hijo quien recopilando los escritos de su padre publicó este relato de los primeros tiempos de la explotación minera.

En el punto donde se instaló esta primera mina, Santa Cecilia, estuvo enclavado el monolito que sobre los años setenta del siglo XX, fue trasladado a la plaza del pueblo, y que en la restauración de la misma sufrió los penosos daños que ahora presenta, fruto de la desidia con la que solemos tratar lo que consideramos antiguo y sin valor. Afortunadamente sobrevivió al atropello y fue rescatado de los escombros en que fue abandonado como podemos ver en la imagen (¡ Cuantas atrocidades se cometen a veces en nombre del progreso !!).

Junto con Santa Cecilia, propiedad de unos cuantos accionistas entre los que, naturalmente, figuraba D. Esteban Gorriz, fueron inscritas otras dos sociedades mineras: La Suerte y La Fortuna, inscritas por el entonces Administrador del Duque del Infantado D. Antonio Órfila a quien Górriz acudió en busca de apoyo económico para su proyecto de explotar las riquezas argentíferas de Hiendelaencina.

Hiendelaencina se convirtió en un hervidero de buscadores de riqueza que registraban minas por doquier con distinta fortuna. El yacimiento argéntifero se transformó en una anarquía explotadora en busca cada cual de su porción de "filón rico". Muchas de esas explotaciones serían abandonadas bien por ser estériles, bien porque la esperanza de encontrar pronto la riqueza soñada se vió frustrada al no dar con prontitud con el anhelado filón.

El pueblo cambia su fisionomía y las pequenas casas de tejados de pizarra y paredes de piedra dejan paso a las construcciones que hoy podemos observar en el pueblo incluida su iglesia actual (por transmisión oral puedo decir que, al parecer, la antigua y pequeña iglesia se ubicaba en la plaza de D. Joaquín Latoba. Pero no tengo constancia escrita de tal hecho).

Tras unos 20 años de florecimiento llegó una caida en las explotaciones que tardarían en reverdecer hasta casi el inicio del siglo XX. En 1867, la sociedad minera Santa Cecilia puso en venta pública la mina con todas sus pertenencias, pidiendo como fianza para quienes quisieran hacerse con ella la cantidad de 10.000 reales. La mina fué adquirida por D Vicente Jaúregui quien vivió de ella rebuscando y concentrando los rellenos y escombreras.

Poco antes tuvo lugar un desgraciado acontecimiento que también nos ha sido trasmitido de forma oral de forma muy diferente a la que podemos encontrar documentada. En la madrugada del 18 al 19 de octubre de 1964, fallecieron 5 mineros en el pozo de La Perla (¡Cuantos balones de futbol no acogerá en sus entrañas este embovedado pozo!). Según la transmisión popular del acontecimiento y tras unos días de tensa espera, las mujeres de los mineros obligaron al Ingeniero jefe a bajar al pozo donde, desgraciadamente, tambíen este y sus acompañantes murieron víctimas de los gases tóxicos que se encontraban en el interior de la mina. Curiosa versión esta del amotinamiento que no viene reflejada en la documentación que he podido encontrar, máxime cuando habla de la presión sobre el Ingeniero por parte de las mujeres, cuando dos de los mineros fallecidos eran solteros. La situación en la que se encontraba la atmósfera de la mina La Perla era tal, que la recuperación de los cadáveres se hizo esperar hasta el 19 y 21 de enero de 1865. Revista minera tomoXV y 2.

(Ver el relato de los acontecimientos realizado por el Ingeniero Jefe de la provincia D. Sergio Yegros en noviembre de 1864 y el de la recuperación de los cadáveres escrito por D. Emilio Moreno el 5 de Febrero de 1865.)

De la decadencia de Hiendelaencina la década de los 70 del siglo XIX da fe D. Bibiano Contreras en su Prólogo al libro "El pais de la plata" al referirse de esta manera al pueblo: " ... acudió a mi memoria el pueblo de Hiendelaenina, su situación, sus moradores hasta el año 1844, sus ricas minas, el apogeo de su producción, su decadencia y su muerte, que desearía fuese aparente y transitoria, como la de las plantas en el invierno.

¿Qué es hoy de aquella ciudad rica y populosa? Está convertida en escombros..." Bibiano Contreras. Jadraque a uno de noviembre de 1882.

Como si de una predicción se tratara las palabras del médico se cumplieron y la población revivió con el nuevo siglo otro periodo de espledor reanudandose de nuevo su actividad minera, actividad que nuevamente languideció con la Gran Guerra y acabó por desaparecer mediado el siglo XX.

En 1929, Hiendelaencina contaba con 1788 habitantes, según consta en la "Guía Arqueológica y de Turismo de la provincia de Guadalajara" de Julián García Sainz de Baranda y Luis Cordavias.

Tan solo una explotación de lavado de escombreras y un fallido intento de poner en funcionamiento la mina Santa Catalina ha conocido en vivo el autor de esta página, empresas ambas llevadas a cabo por Minera San Carlos, S.A. Esta empresa, según el informe del Instituto Geológico y Minero de España, "tenía en proyecto el ambicioso propósito de recuperar el pozo de Santa Teresa en cuyo entorno la investigación realizada por el ITGE a finales de los años 70 localizó la prolongación del famoso filón Rico, y está buscando socios que financien la operación. Entre tanto, se conforma con relavar las escombreras, como ya hemos comentado". De ese proyecto nunca supe nada práctico.

Hiendelaencina revive de nuevo su muerte, aquella que describiera en 1882 D. Bibiano Contreras. Hoy su censo supera en poco el centenar de habitantes, pero la realidad nos dice que esa cifra es muy superior a los habitantes que de hecho moran en la población.

En la actualidad pocas cosas llevan a gentes a Hiendelaencina, tan solo la curiosidad por visitar las ruinas de las viejas minas, acudir a la Pasión Viviente el día de Viernes Santo, o, en último término, comerse un cabrito asado de bien ganada fama en el mesón Sabory. Esperemos que el Museo de la Plata (centro de interpretación abierto a la entrada del pueblo) sea un nuevo motivo para visitar Hiendelaencina asi como que se haga realidad el viejo sueño de hacer visitable alguna de las galerías de las viejas minas, mas en concreto de la Santa Catalina

Esperemos que puedan llegar mejores vientos para un pueblo y una zona de Guadalajara que va muriendo poco a poco sin que nada ni nadie, incluidas administraciones, hagan siquiera algún gesto para evitar el lento agonizar de esta tierra.